Fuente: Computing
Imagine el lector que nuestro cerebro tuviera la capacidad de multiplicar exponencialmente el número de neuronas de su cerebro en un instante. Que nuestra capacidad para recibir, procesar y transmitir información diera un salto cualitativo de dicha magnitud, sin duda plantaría beneficios y desafíos a partes iguales. Pues bien, algo similar se está empezando a atisbar en el campo del internet de las cosas.
A medida que se abren camino tecnologías como la inteligencia artificial, la realidad virtual o la realidad aumentada, en un futuro no muy lejano será posible incorporar a nuestros sistemas de captura de datos otras fuentes alternativas de información, como el olor, el gusto o el tacto, algo que multiplicará exponencialmente la cantidad de información a nuestra disposición –por si ya fuera poca la actual– abriendo un amplio abanico de posibilidades en cuanto a analítica de datos, monitorización de servicios y mucho más.
Las tecnologías de la comunicación avanzan a un ritmo frenético, pues todavía no se ha terminado la implantación del 5G y los expertos ya hablan del próximo estándar de comunicaciones, el 6G.
Hoy en día, básicamente interactuamos con las máquinas con tres sentidos: la vista (para recibir información de las pantallas), el tacto (aunque, aún de manera básica) y el oído (gracias a los avances en procesamiento de lenguaje natural). Pero, en parte gracias a los avances en materia de realidad aumentada, avanzamos en las próximas décadas a un marco de comunicaciones completo, donde el resto de los sentidos también jueguen un papel.
Tanto es así, que los avances en sensórica, IA, la mayor velocidad en la transmisión de datos, los visores de realidad aumentada o los dispositivos dotados de ‘inteligencia olfativa’ ofrecerán experiencias en las que será difícil diferenciar realidad de ficción. Puede parecer complejo, pero lo cierto es que la conectividad global avanza hacia modelos más eficientes, sostenibles y veloces, tanto por el desarrollo del 5G, como por la aparición de otros estándares de respaldo como el 0G.
Los avances afectarán especialmente a sentidos habitualmente eclipsados por la vista y el oído. Un ejemplo sería la aparición de dispositivos bucales que permitan dotar del sabor que se quiera a cualquier alimento ingerido. Un investigador japonés, Homei Miyashita, de la universidad japonesa de Meiji, ya ha desarrollado algo parecido bautizado como el Sintetizador Norimaki, un mecanismo futurista que logra simular cualquier sabor. También se confía en un perfeccionamiento de las experiencias táctiles, que hasta el momento están limitadas a un puñado de funcionalidades, como la vibración de mandos y controladores para algunos videojuegos. Para la fecha creen que los teléfonos móviles serán capaces de reproducir formas y texturas en sus botones e iconos, algo que no solo beneficiará en cuanto a nuevas funcionalidades, sino que permitirán a nuestros dispositivos ser más accesibles y ayudar, por ejemplo, a personas con dificultades de visión.
En este desarrollo, los expertos ven tanto desafíos como oportunidades, pues, como he indicado, el volumen de información no hará sino aumentar… al igual que el potencial para el desarrollo de nuevos modelos de negocio. Queda mucho por decir y considerar acerca de las implicaciones sociales y personales de un Internet completo de los sentidos, pero, a medida que la forma de consumir Internet avance, los modelos de negocio y las tendencias de consumo evolucionarán también en consecuencia. Por ello, la próxima década del IoT se postula como una de las más prometedoras y estimulantes. Permaneceremos atentos.